- El personaje, el espacio y el tiempo
Los cauces fluviales del Navia y el Eo acotan un espacio de la geografía asturiana que se erige en comarca de acusada personalidad histórica. Este territorio recibe, durante la Edad Media, diversas denominaciones alusivas todas ellas a una unidad enmarcada por unos límites geográficos que estaban llamados a convertirse en marcos socio-políticos: la Tierra de Entrambasauguas, denominación predominante durante el siglo XIII; Entrerríos, término que designa igualmente al interfluvio Navia-Eo y que adquiere el mismo valor que la denominación anterior; la Tierra de Ribadeo, designación que identifica el espacio oriental que se erige en ribereño del Eo, al igual que el núcleo generado en la vertiente gallega se le denomina Burgo de Ribadeo; el Honor del Suarón, expresión que da nombre al espacio que vertebraba y sobre el que ejercía su autoridad el castillo bajo potestad real; y, por último, Concejo y alfoz de la Puebla de Roboredo –luego de Castropol–, denominación generalizada desde que, a partir de la séptima década del siglo XIII, se inicia la organización concejil en la comarca con la creación primero de la Puebla de Roboredo y, casi dos décadas después, la Puebla de Castropol, quien asume sus funciones definitivamente.
El Honor del Suarón identificaba una de las circunscripciones territoriales –mandaciones– que habían sido establecidas en la época de la monarquía asturiana. El poder político que antes radicaba directamente en el monarca, va a ser acaparado por una serie de magnates denominados comes, potestas, dominante…y ya a partir del siglo XII se va a generalizar la denominación de tenente. Tanto los tenentes como los cargos públicos eran designados directamente por el posesor del poder jurisdiccional (el rey en un origen) por lo que, tras la concesión del privilegio real de 1154, la Mitra ovetense nombraba estos cargos estableciéndose vínculos constantes y bastante permanentes entre esta institución y algunos grupos nobiliarios. El paradigma más significativo es el del linaje de Gundisalvo Menendi, quien ostenta la tenencia desde la tercera década del siglo XIII, hasta la fundación de la Puebla de Roboredo; y, aún casi una centuria más tarde, alguno de sus descendientes, como Suer Menéndez de Ribadeo o su hijo, Menén Suárez de Ribadeo, siguen gozando del privilegio concedido por los obispos de Oviedo, lo que muestra una vinculación, al menos a lo largo de dos centurias, entre la Iglesia de Oviedo y este linaje, con independencia tanto de la eventualidad de quienes ocupan la sede episcopal como la de las figuras más perentorias del linaje familiar en una determinada coyuntura, y que son elegidas por el señor episcopal para ser sus representantes. Linaje que se mimetiza con la antigua denominación de la Tierra y adopta primero el patronímico de Ribadeo para, posteriormente, tras el establecimiento de la puebla y concejo, pasar a identificarse igualmente con el patronímico de Castropol.
El linaje de Gonzalo Menéndez, sus antepasados y descendientes, estaban llamados a acaparar los más altos cargos públicos en Entrambasauguas a partir de mediados del siglo XII. En las décadas centrales de la decimosegunda centuria Sancha Fernández, hija de Pedro Froilaz de Traba y la infanta Teresa de Portugal, se casa con Álvaro Rodríguez, hijo de Rodrigo Vélaz descendiente de la aristocracia propietaria de los cenobios de Tol y Cartavio, conde desde el año 1112 y personaje de un gran protagonismo político durante más de treinta años en Galicia acaparando tenencias como las de Sarria, Lemos, Montenegro y Rábade.[1] Álvaro Rodríguez mantiene la tenencia del Suarón en los momentos en los que la jurisdicción pasa del dominio real al episcopal aunque este cambio no supone ningún contratiempo al grupo familiar ya que durante las centurias siguientes van a seguir ocupando los más altos cargos públicos delegados por parte de los obispos de Oviedo. Durante el siglo XIII, periodo al que circunscribimos este estudio, la Tierra de Entrambasauguas, denominación generalizada en este momento para identificar el territorio, fue gobernada por dos miembros de este linaje, Menendo Peláez y su hijo Gonzalo Menéndez, personaje que hemos elegido para dar título a este estudio por ser el último de los tenentes de la antigua Honor del Suarón, marcando un punto de inflexión el nuevo régimen concejil.
Don Gonzalo Menéndez, tenente honor de Suarone pro terra de mano episcopi, es un personaje histórico de la comarca que debemos de poner en valor en relación con un contexto cronológico –el de la decimotercera centuria– singularizado por un proceso de cambios en la comarca que darán lugar al poblamiento actual, a la evolución y transformación de las estructuras sociales y a la organización parroquial y concejil.
- Hacia la definitiva ocupación del espacio
Después de mediados del siglo XII se mantienen aquellos indicios que confirman un incremento poblacional en Entrambasauguas, acrecentamiento que va a dar lugar a la aparición de nuevos núcleos de población que, unidos a los antiguos, dan lugar al poblamiento actual, el cual parece estar ya totalmente configurado tal cual es hoy, a finales del siglo XIII, momento que constituye el techo respecto al número de habitantes. El proceso expansivo será pronunciado en las primeras décadas de este siglo, continuando la tendencia alcista del periodo anterior, y aún se muestran los últimos vestigios de incremento demográfico en los años finales de la decimotercera centuria, cuando ya a nivel general se detectan síntomas de crisis, o aún a comienzos del siglo XIV, pasando a experimentar un retroceso significativo durante este siglo y todavía durante el XV, corroborado por la existencia de aldeas abandonadas, o caserías derruidas, en las últimas décadas de la Edad Media.
Si las instituciones eclesiásticas, que han recibido grandes propiedades en los siglos X-XI, muchas de ellas incultas, y que pretenden poner en explotación sobre todo a partir de la centuria siguiente, son capaces de hacerlo y de generar nuevas aldeas en estos espacios con el establecimiento de familias de vasallos, será debido a un excedente de campesinos. Son sobre todo jóvenes, que no encuentran su lugar en las antiguas aldeas que se muestran superpobladas y que cuentan con un espacio agrícola ya al límite de la producción, aspecto del que da cuenta la extrema fragmentación del terrazgo labradío con parcelas cuya extensión ronda el día de aradura. Serán estos jóvenes, nacidos en una aldea antigua próxima, que en muchos casos ha constituido el núcleo parroquial de referencia, los que establecerán nuevos núcleos habitados en aquellos amplios montes, situados en áreas intermedias entre el límite costero y las estribaciones más elevadas de la sierra, y que, a través de la roturación de alguno de sus espacios, constituyen en unas décadas nuevas aldeas, dependientes de las antiguas, englobadas todas ellas en el ámbito parroquial. Será también este incremento demográfico el que permita la creación de dos núcleos urbanos, Roboredo y Castropol, que de manera continuista van a ser los ejes sobre los que se organiza el poblamiento a partir de las últimas décadas del siglo XIII y, sobre todo, en los dos siglos siguientes, continuismo en el modelo político-administrativo mantenido hasta entonces y en la centralización del poblamiento en la Marina y, dentro de ella, en núcleos privilegiados asociados a un sector económico claramente en alza a partir de la decimotercera centuria como es el del comercio que arrastra al sector primario con la mercantilización de sus productos: madera, cereales, carne, pescado…
El crecimiento demográfico se ha de relacionar con la coyuntura general de expansión que se hace más evidente a partir del siglo XII, con el aumento de la producción, sobre todo gracias a la ampliación del terrazgo labradío en las antiguas villas altomedievales, ganando espacios al saltus. Hecho que se puede comprobar en aldeas como Trío, Salave, Barres,… que muestran unas áreas de cultivo cerealícola, las senras, que durante el siglo XIII no se diferencian de las actuales y donde los propietarios de la tierra favorecen, a través de una reducción de rentas, el que los campesinos roturen aquellos espacios aldeanos, limítrofes a ellas, que aún puedan quedar incultos dentro del espacio de la aldea. El incremento también de la productividad de la tierra gracias a las mejoras tecnológicas, y la utilización del ganado como fuerza de trabajo y como aporte de materia orgánica al suelo. Y, por último, la permanencia de una relativa bondad climática que evita crisis de subsistencias muy pronunciadas.
La compactación de las aldeas antiguas conducirá a la necesidad de buscar otros espacios más alejados para establecer nuevos asentamientos, caseríos generados ex novo que han de mantener como referentes sociales las antiguas aldeas. Esta alternativa supone el abandono del núcleo primitivo y el establecimiento en lugares deshabitados, incluidos en el catálogo de montes que las fuentes reseñaban desde antiguo como límites o como espacios de aprovechamiento incluidos en las propiedades señoriales adquiridas a partir de las donaciones efectuadas por la aristocracia o por los privilegios reales: espacios boscosos destinados a albergar algunas de las nuevas aldeas como los de Arancedo, Berbesa, Covas, Guiar… Esta opción requiere que se produzcan dos hechos paralelos en el tiempo: por una parte, la connivencia y, más aún, el estímulo de las instituciones eclesiásticas, como la Iglesia de Oviedo y los monasterios de Corias o Villanueva de Oscos, y la nobleza, que ejercen la propiedad sobre estos espacios baldíos y, por otra, la existencia de un grupo humano interesado en acometer la empresa pobladora; grupo adscrito a un perfil de edad y procedencia determinado: jóvenes que comienzan una nueva vida familiar, hombres solos o parejas formadas recientemente, originarios de las aldeas más próximas que, ocupadas desde antiguo, están superpobladas; personas que se erigen en los ancestros más remotos de estos nuevos lugares habitados de los que se pueden citar ejemplos distribuidos a lo largo de toda la comarca.
Los montes y las brañas van a comenzar en este periodo a ser poblados constituyendo pequeñas aldeas que se incorporarán a la nómina aldeana y que irán gestando el poblamiento actual, siempre vinculadas a otros núcleos de referencia más antiguos a los que los unirían vínculos familiares y, sobre todo, la pertenencia a una unidad de referencia englobadora, la parroquia: montes referidos de antiguo que dan lugar a nuevos núcleos de población como Guiar y Graña de Guiar respecto a Santiago de Abres; Vijande en relación con San Esteban de Piantón; Candosa, As Murolas y Vilarín en relación con Santa Colomba; Balmonte, Castro de Obanza, y Folgueiras respecto a Santalla de Presno, son ejemplos muy significativos de un proceso generalizado durante este período.
Figura 1: Núcleos habitados documentados en los siglos XII-XIII.
1 Guiar; 2 Graña de Guiar; 3 A Porqueriza; 4 Refojos; 5 Viladonga; 6 Grandameá; 7 Miou; 8 A Galea (Puerto de A Galea); 9 A Veiga; 10 Ferreiramión; 11 Coba; 12 Folgueiras; 13 Castromourán; 14 Paramios; 15 Porzún; 16 Cobre; 17 Vega del Villar; 18 Montouto; 19 Bustelo de Meredo; 20 Nafarea; 21 Molejón; 22 Pumarega; 23 Vijande; 24 Pumarín; 25 Río de Seares; 26 Granda; 27 Fabal (Puerto); 28 Puebla de Castropol; 29 Puebla de Roboredo; 30 Figueras (Puerto); 31 Granda; 32 Salcedo; 33 Villasivil; 34 Bourio; 35 Grilo; 36 Jonte; 37 Arguiol; 38 Trío; 39 Couso; 40 Linarelle; 41 Pena Cova; 42 Villameá de Santa Colomba; 43 Requejo; 44 Balmonte; 45 Castro; 46 Monteavaro; 47 Obanza; 48 Sela de Obanza; 49 Penzol; 50 Couselo; 51 Vega de Folgueiras; 52 Brañatuille; 53 Arco; 54 Villarín; 55 Leirío; 56 Santagadea (Puerto); 57 Tapia (Puerto); 58 Porcía (Puerto); 59 Matafoyada; 60 Jarén; 61 La Veguina; 62 Riocabo; 63 Momeán; 64 Candosa; 65 Murolas; 66 Viavélez (Puerto); 67 Pilande; 68 Piantes; 69 Villar; 70 Valina Bona; 71 Barrosa; 72 Espieira; 73 Cerredos; 74 Villalmarzo; 75 Sanmarfún; 76 Grandamarina; 77 Mendones; 78 Villarín; 79 Andina; 80 Riocabo; 81 Caroceiro; 82 Torce; 83 Ansilán; 84 Abranedo; 85 Meiro; 86 Estelleiro; 87 Loza; 88 Barqueros (Puerto).
Fuente: Colección Diplomática de Villanueva de Oscos y Archivo Catedral de Oviedo.
Bases cartográficas:
IGN (2010): Base Cartográfica Nacional a escala 1:200.000, Centro Nacional de Información Geográfica (Centro de Descargas).
IGN (2011): Modelo Digital de Terreno MDT200, Centro Nacional de Información Geográfica (Centro de Descargas).
Elaboración propia.
Los contratos agrarios de diversa índole (foros colectivos e individuales de población) subscritos por las instituciones eclesiásticas con distintos pobladores, los pleitos y pactos entre el monasterio de Villanueva de Oscos con diferentes feligresías del Arciprestazgo de Castropol y con la nobleza local sobre los repartos de diezmos o el asentamiento de pobladores en nuevos espacios, ilustran también sobre estas nuevas ocupaciones.
El Cabildo de la Iglesia de San Salvador concede, a perpetuidad, en el año 1220 a Lope Fernández y a su mujer Mariti Martínez, junto con sus cuatro hijos, constituyendo una familia conyugal, una heredad que es monte bravo en la villa ya existente al menos desde el siglo X de Arancedo, cerca de la Peña de Arancedo, con el fin de que roturen, pueblen y planten dicha heredad. Un espacio que va a ser ganado al monte para erigirse en el núcleo de una nueva aldea si tenemos en cuenta que sus cuatro hijos (Juan, María, Pedro y Pelayo), son partícipes, en plano de igualdad a sus padres, en el contrato efectuado y, por tanto, tendrán derecho a establecer, cuando se independicen y formen una familia conyugal, otras unidades de explotación dentro del espacio delimitado, manteniendo así, en las generaciones futuras, las mismas condiciones y censos que han estipulado sus antepasados. Aún es más aclaratorio de la expansión demográfica el contrato, también efectuado por la sede episcopal, ahora con los pobladores de San Esteban de la Junquera (Coaña),[2] en fecha indeterminada de principios del siglo XIII, que es conocido merced al conflicto generado, casi un siglo después, entre los descendientes de los primeros concesionarios y la Iglesia. En 1300, Menén Ibañez, capellán de Santianes de Prendonés, Pero Peliz (caballero) y García Tomás, moradores en San Esteban, por sí y en representación de otros cuatro moradores en dicho lugar, se presentan ante el obispo y son acusados de incumplir el contrato obrado por sus antepasados, Peley Barquero y su mujer, en época del obispo Deanes. Tal compromiso conllevaba “arromper e poblar” y que “feziessen y iglesia”. La obligación era explícita, establecer un núcleo habitado por el matrimonio y sus descendientes, todos ellos feligreses de la iglesia de San Esteban, aunque se puede considerar que se trataba de un espacio de monte bravo próximo a San Esteban de la Junquera ya que esta villa ya estaba documentada a comienzos del plenomedievo. Los descendientes de Peley Barquero y su esposa constituyeron en el transcurso de la decimotercera centuria una aldea con más de siete familias, y no sólo incrementaron la población de la feligresía de San Esteban con nuevos caseríos, sino que algunos de ellos alteraron su condición social, abrazando el orden eclesiástico o convirtiéndose en caballeros y, a la vez, éstos se erigen ante el obispo en representantes y portavoces del grupo.
Otras instituciones eclesiásticas son también partícipes de este interés poblador. El monasterio de Villanueva de Oscos formaliza un número amplio de foros colectivos con el fin de poblar sus montes. El abad Don Gómez afora, el año 1236, a Pedro Núñez, García Gutiérrez, Fernando Pérez y Fernando García el monte de Folgueiras (Presno) con idéntico fin que el perseguido por la Iglesia ovetense en los ejemplos anteriores: “ut excolatis et laboretis et moretis in illo”. El censo es muy generoso para los nuevos pobladores lo que da idea del interés del monasterio por poner en explotación nuevos espacios y, sobre todo, por integrar a nuevos vasallos bajo su jurisdicción. Lo acordado no sólo posibilita la permanencia de los descendientes de estos cuatro individuos, probablemente jóvenes y a punto de formar nuevas familias, sino que deja abierta la posibilidad de que otras personas puedan establecerse en el mismo lugar, siempre y cuando cumplan las mismas condiciones censales y de asentamiento en el monte. Así, cuatro años más tarde, el mismo abad, afora la mitad del monte de Folgueiras, a dos individuos, probablemente hermanos.[3] Ello implica que el lugar aún no ha sido roturado completamente lo que permite al monasterio fraccionar el espacio y establecer nuevos pobladores, dando lugar a un incremento de las unidades familiares en la aldea. El objetivo del abad y de la comunidad de Villanueva para este monte bravo es conseguido rápidamente ya que veinticinco años más tarde Folgueiras es considerada una villa, actual Veiga de Folgueiras. De igual manera que Folgueiras, otros montes incluidos dentro de los bienes entregados por Alfonso VII al monasterio de Villanueva como As Murolas, A Reonda, Candosa, Vilarín…, fueron poblados de la misma manera pasando los vecinos de las nuevas aldeas a ser vasallos del monasterio, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XIII.
Son los propietarios, por tanto, los que orientan el nuevo poblamiento tutelando el asentamiento de aquellos campesinos jóvenes que no tienen medio de vida en las antiguas aldeas. Y éstos, aún roturando los espacios más idóneos de esos montes o brañas para establecer sus unidades de habitación, permiten que la mayor parte de estos espacios puedan seguir siendo aprovechados para la ganadería o la explotación forestal. La orientación también va dirigida hacia el aprovechamiento cerealícola y ganadero, ilustrado a través de la obligatoriedad de poblar estos nuevos espacios con una cabaña estándar integrada por dos bueyes, dos vacas, doce ovejas y cabras y una cerda, incrementando en algunas ocasiones la recua con un verrón u otra vaca.[4] Es una cabaña ganadera que va orientada hacia el autoabastecimiento familiar de productos básicos pero, sobre todo, a la transformación del espacio de monte bravo en terreno cultivado con base en dos tipos de cereal, para lo que es estrictamente necesaria la fuerza del ganado vacuno. Esta base cerealícola viene remarcada por la obligatoriedad de los nuevos pobladores del pago de censos, no sólo en componente dinerario, sino con la entrega de cereal, bien en grano –escanda y cebada–, o ya panificado –panes o regueifas–.
Las últimas décadas del siglo XIII, será el momento en el que se da el mayor número de efectivos poblacionales, cuando, con aparentes intenciones autonomistas respecto al señorío episcopal, la nobleza local de gran influencia en las áreas limitáneas al Eo y su ría, en los actuales concejos de Vegadeo y Castropol, tutelan el establecimiento de población sobre un caserío ya existente, Roboredo; el cual, con otorgamiento real y tolerancia episcopal en sus inicios, estaba llamado a convertirse en la primera puebla de Entrambasauguas y capital de su concejo, a partir de los primeros años de la década de los 70 del siglo XIII. El nuevo núcleo urbano provoca un efecto llamada, en especial de los grupos de hidalgos que van a acaparar los cargos concejiles y de un grupo de artesanos y comerciantes, cada vez más abundante, que verían incrementar sus posibilidades en virtud del mercado local y los intercambios a través de la Ría. Con las desavenencias entre los pobladores de Roboredo y la autoridad episcopal se produce la asfixia del crecido núcleo poblacional, cuyos habitantes se trasladan a la vecina puebla de Castropol, patrocinada por los obispos a partir del año 1298, al objeto de seguir beneficiándose de las posibilidades que un núcleo urbano ofrece. No obstante, no se puede considerar que la atracción poblacional ejercida durante el siglo XIII por estos dos lugares sobre la población de Entrambasauguas fuese significativa debido a que previamente fueran ya núcleos importantes y, por ello, se decidiera darles la categoría de núcleos urbanos. La primera de ellas, Roboredo, sólo aparenta ser una aldea importante, más por su impronta socioeconómica que por el número de sus habitantes. Pese a ello experimenta en los primeros años de su creación un cambio significativo: En el año 1253, unos veinte años antes de la creación de la puebla, es un núcleo rural de reducido tamaño, como lo eran la mayoría de las aldeas y, en ella, el tenente Gonzalo Menéndez junto con sus hermanos era propietario de una yuguería que es transferida al monasterio de Villanueva de Oscos, explotación agraria donde estarían asentados una o dos familias de aparceros. Sin embargo, en el año 1276, cuando la puebla llevaba unos cinco años de existencia, la imagen que ofrece es muy diferente, se trata de un núcleo de población denso, ocupado por diferentes casas con sus plazas, que pertenecen a hidalgos y artesanos, junto con la que es adquirida por un clérigo, y que se distribuyen en torno a la Rua del Rey. La segunda, Castropol, por su reciente creación influirá en el poblamiento durante la centuria siguiente, pero ahora ya enfrentándose a una nueva coyuntura demográfica caracterizada por la crisis, con la reducción de efectivos y el abandono de espacios que antes estaban poblados.
Al socaire de los nuevos núcleos urbanos, de manera sustancial de las actividades comerciales que ofrecen, desde finales de la decimotercera centuria, y sobre todo en la siguiente, comenzarán a proliferar puertos y ensenadas naturales como lugares habitados. Muchos de ellos son fruto de acuerdos entre las nuevas Pueblas de Entrambasauguas y los núcleos urbanos próximos como el burgo de Ribadeo –Fabal y Figueras–; otros, de las concesiones de la autoridad episcopal –La Galea, Salías, Santagadea, Tapia, Barqueros–; y, con probabilidad algunos más, de la expansión demográfica a partir de lugares próximos –Viavélez, Ortiguera–. Expansión del poblamiento asociado a la pesca y al transporte de individuos y mercancías, y que, en la mayor parte de los casos están vinculados con poderes señoriales.
- La sociedad: campesinos y señores
La sociedad de Entrambasauguas en el lapso de tiempo que abarca desde la segunda mitad del siglo XII hasta finales del siglo XIII, está polarizada en dos grupos dicotómicos marcados por su relación con la tierra: una mayoría campesina en una situación de dependencia económica, jurídica, político-administrativa e ideológica respecto a la minoría de señores, caracterizados por ser los propietarios de la tierra que los primeros explotan a cambio del pago de rentas. Además de este dominio territorial la minoría privilegiada ostenta el poder jurisdiccional por el cual percibe otro tipo de ingresos (rentas señoriales) y también el dominio sobre las iglesias a las cuales están adscritos los feligreses, por lo que aquellos van a recibir de una forma proporcional las rentas eclesiásticas que estos pagan. La nobleza local, al margen de los bienes fundiarios que conserven sus miembros, se erige como intermediaria entre los poderes eclesiásticos y la masa campesina extrayendo y acaparando con ello una parte de la renta: se atribuirán el dominio útil de la tierra, que luego subarrendarán a los campesinos, ejercerán el poder político-administrativo como delegados de poderes foráneos (tenentes, alcaldes, jueces, oficiales,…) o cobrarán sus rentas (encomenderos). Se identifican por tanto con los poderosos aunque el patrimonio que les sustenta sea cada vez más reducido y en algunos momentos se vean obligados a hipotecar o vender sus heredades. En definitiva, van a conseguir valerse de su prestigio social y de la fuerza que caracteriza su condición para figurar entre la minoría privilegiada. La burguesía de Entrambasauguas es reducida en número en estos momentos, constituyendo un grupo de artesanos y comerciantes que compatibilizan las labores agrícolas con sus actividades artesanales en las aldeas, grupo no obstante emergente, que parece se incrementa en número a lo largo de la decimotercera centuria, al mismo tiempo que diversifican sus actividades, y entre los que habría grandes diferencias socioeconómicas.
El campesinado
Lo que hace homogéneo al grupo campesino es su función de productor de rentas y mantenedor de los grupos privilegiados que integran el sistema socioeconómico medieval. No obstante, en virtud de las relaciones que establecen sus miembros con la tierra y el acceso a la misma, se pueden introducir diferentes categorías:
En primer lugar los propietarios que han logrado mantener su pequeño patrimonio, a pesar de las presiones señoriales para anexionárselo y también de los períodos de crisis que incrementan las deudas con la consiguiente afluencia de pérdidas patrimoniales junto con los continuos repartos entre herederos que, en este grupo, resultan igual de lesivos que en el grupo nobiliario. Situaciones de pérdida patrimonial de estos pequeños propietarios que, siendo generales durante todo el período, se multiplican a finales del siglo XIII y aún más durante las primeras décadas del siglo siguiente: propiedades individualizadas y de reducido tamaño que son vendidas por campesinos en diferentes lugares como Presno, Barres, Salave, Miudes… son un paradigma de cómo este grupo de pequeños propietarios se ve obligado a enajenar sus escasos bienes.
Un segundo conjunto es el integrado por aquellos que, aun teniendo alodios, éstos son insuficientes o los están perdiendo y, por ello, deben complementar su explotación por medio del arriendo, compensándoles el pago de rentas ante el incremento de beneficios que supone tener una explotación compacta e integral. Por ello se observa que, en un número cada vez más creciente, aforan heredades sueltas: una viña, una heredad en la senra…
El tercer grupo es el integrado por aquellos campesinos foratarios que trabajan unidades de explotación cedidas por los poderosos, tanto eclesiásticos como laicos, mediante el pago de una serie de censos y rentas, lo que les hace ser un grupo heterogéneo, según las condiciones fijadas en el contrato agrario suscrito con el propietario. Gozan de mayores ventajas aquellos que pasan a explotar tierras incultas al objeto de poblarlas, pues el foro será perpetuo y los censos relativamente bajos, pudiendo, en muchas ocasiones, disponer de la mitad de lo roturado o de la mayor parte de las mejoras realizadas en la explotación, siendo habitual la proporción de tres cuartos para el campesino. En peores condiciones están aquellos que reciben explotaciones aforadas, que están puestas en producción desde antiguo, ya que los censos serán más elevados y los contratos tienden a ser más cortos, foros vitalicios o a dos vidas; y aún peor aquellos otros campesinos que no adquieren las propiedades directamente de quien posee el dominio absoluto de la propiedad, sino que se convierten en subarrendatarios. Los primeros, aquellos que aforan espacios de monte para ser roturados y poblados, constituyen el grupo más conocido -son los que suscriben los foros de poblamiento, colectivos e individuales-. El segundo grupo, el de los arrendatarios de heredades sueltas y, sobre todo los aparceros, es el más numeroso, pero también el menos conocido, son ejemplos los campesinos que explotan las heredades que la nobleza ha recibido en préstamo o foro vitalicio de las instituciones eclesiásticas, establecidos en Piantes, en Bourio, A Veiga,… y que, en algunos casos se hace referencia a ellos en los contratos suscritos, dando a entender que tienen algún tipo de derecho sobre la tierra que trabajan –o derecto do caseyro que en ela teverdes– y que, incluso, pudiera existir algún acuerdo escrito con esos subarrendatarios.
El prestigio y la estima social dentro del grupo campesino vienen dados por la función de representatividad que los cabezas de familia ejercen dentro de la aldea y así, también de entre ellos, saldrán aquellos que asumirán esa representatividad fuera de los límites espaciales de la aldea. En este sentido, los actos que son suscritos en las Pueblas de Roboredo o Castropol suelen tener como testigos a naturales de pueblos alejados que serán sin duda aquellos delegados de las aldeas que eventualmente se encuentran en el núcleo concejil: Pero Rodríguez de Villalgomir, Diego Martínez de Salaue y Pero de Loes son, entre otros, los que agradecen al obispo don Fernando Alfonso la concesión de la carta-puebla de Castropol, reconociéndose como sus vasallos y comprometiéndose a guardar los derechos de la Iglesia de Oviedo[5]; e igualmente, en el año 1292, cuando el obispo don Miguel, a través de su delegado, Gonzalo García arcediano de Grado, pide al concejo de la Puebla de Roboredo, que le dé hombres buenos para nombrar jueces, alcaldes y notario, tras haber destituído a los anteriores, actúan entre otros como testigos del acto Diego Pérez de Mántaras y García Gómez de Loza, presentes como miembros del concejo de la Puebla siendo en el campo, cabo la iglesia de la Pobla de Rouoredo[6].
En las comunidades campesinas de Entrambasaguas se puede vislumbrar una cierta conciencia de clase ya que, aun no existiendo ningún tipo de revuelta campesina contra los poderosos, se desarrolla un proceso de resistencia de los campesinos respecto a los propietarios de la tierra, entendiendo esta resistencia como “la acción lenta, frecuentemente sostenida y permanente, de tiempo lento y largo, de rechazo conjunto a las manifestaciones del poder, la coerción, etc.”[7] Resistencias que salen a la luz de manera indirecta en los documentos contractuales, escritos que siempre muestran el temor de las instituciones al engaño, al fraude, al incumplimiento de lo pactado, único recurso que le resta al campesinado para oponerse a un sistema impuesto y de imposible escape, resistencia que la autoridad intenta reprimir por medio de amenazas, sanciones o, incluso, realizando una labor de inspección a través de hombres buenos, como los que han de vigilar que los llevadores de una parte de la pumarega de Vesaduras, situada en el entorno del río Eo, la planten de manzanos y recojan las manzanas a mano, entregando en censo la mitad de las mismas. En relación con el intento de relajación del pago de rentas, el obispo don Fernando en el tránsito del siglo XIII al XIV acusa a la comunidad de San Esteban de la Junquera (Coaña) de incumplir lo pactado con la Iglesia de Oviedo recurriendo a engaños y olvidos que se han de suponer intencionados, máxime cuando desde la suscripción del foro habían transcurrido varias generaciones.
Sin embargo, estas resistencias campesinas se circunscriben exclusivamente al pago de rentas y al cumplimiento de los foros, hecho al que las instituciones propietarias intentan poner freno especificando unas cláusulas contractuales muy rigurosas, en cuanto a las medidas y al cumplimiento de lo acordado entre las partes. Así, el intento de reducir las cantidades entregadas como renta es lo que hace explicitar a los propietarios la unidad específica de medición: la talega del Burgo de Ribadeo, la talega que anduviera en la tierra, la medida del monasterio de Villanueva, la talega de la Puebla de Castropol…, intentando evitar el fraude en el abono de las rentas en especie. En otras ocasiones se expresa que el cereal o las castañas han de estar pisados evitando cualquier tipo de estratagema encaminada a reducir la cantidad de cereal entregado; o se especifica la equivalencia y la calidad como ocurre con la cera que han de abonar a la Iglesia de Oviedo los pobladores del monte de Cabannas Travezes (Serandinas) que será una livra de bona cera, limpia, dadoria e tomadoria, a diez e seys onças la libra; o las docenas de pixotas que los nietos de los de Sueyro han de pagar a Villanueva de Oscos por los bienes que sus abuelos habían donado en Salave, censo de diez doçeas de peces, siendo cada una de a 13 pixotas la doçea; y más incluso, evitan la negativa a pagar el foro aludiendo a la imposibilidad de conseguir el producto como es el caso reiterado de los salmones que, de no haberlos, se sustituirán por dos sueldos, su equivalente en moneda.
Un estudio del tipo de rentas entregadas por el campesinado local a los poderosos en este momento conduce a la clasificación ya clásica de rentas percibidas en virtud de la propiedad de la tierra (rentas patrimoniales), rentas debidas al poder jurisdiccional o señorial (rentas señoriales) y rentas o derechos eclesiásticos, percibidos por los poderosos a tenor de su participación patrimonial en las iglesias locales.
En el grupo de rentas patrimoniales son englobados los censos abonados por los campesinos por explotar heredades de las que no son propietarios y de las que disponen por tener un contrato de foro o por obtenerlas subinfeudadas. Los propietarios percibían unas rentas que desde finales del siglo XII y durante el XIII son tanto en especie como en dinero y que varían según las características que tengan las heredades, ya sean terrenos a roturar o espacios labradíos, o el interés específico que sobre la heredad tenga el propietario: poblar, plantar e inxertar, o incluso fijar un lugar de paso…
Las rentas señoriales eran devengadas en virtud de las jurisdicciones que habían sido conferidas a las instituciones eclesiásticas por privilegio real –a Corias la mandación entre los ríos Vío y Porcía, a Villanueva de Oscos el coto de Santa Eulalia de Presno y a San Salvador de Oviedo la Tierra del Suarón. Los derechos que anteriormente percibía el monarca van a ser recibidos por la institución beneficiaria con lo que los delegados del poder real van a ser sustituidos por los representantes del nuevo poder jurisdiccional, ejerciendo las mismas funciones y percibiendo por ello los mismos derechos. Los hombres establecidos entre el río Vío y Porcía, entregaban desde finales del siglo X cada año por los derechos jurisdiccionales “singulos solidos, singulos congros, singulas reguefas grandes, singulos boves de nuncio ad mortem suam”[8] La Iglesia de Oviedo, que desde la segunda mitad del siglo X y durante el siglo XI se había hecho con un importante señorío dominical, suma en el año 1154 el señorío jurisdiccional sobre el territorio identificado simbólicamente por el Castillo del Suarón. Los campesinos vasallos del obispo suscriben en sus contratos de foro las cláusulas específicas y así, los descendientes de Peley Barquero y de su mujer, que habían roturado espacios incultos de la parroquia de San Esteban de la Junquera que pertenecían a la mesa episcopal y, por tanto, bajo la jurisdicción del obispo, se obligaban a pagar una renta patrimonial fija en cuantía de 150 maravedís pero, además, reconocían “seer sus vasallos e non de otro e darlle el nunçio sin contienda e la mannería según la usan en la tierra; e quando el obispo fuer en la tierra que lle fagan servicio”.[9] Es decir, los del linaje de Peley Barquero al igual que todos los linajes de campesinos que trabajaban las tierras ajenas propiedad de las instituciones eclesiásticas y que también estaban bajo su jurisdicción, estaban sometidos a malos usos como el nuncio, la mañería, el yantar y el hospedaje. Estas cláusulas suponen una lesión importante de los derechos individuales de los campesinos y un sometimiento contractual a los designios de la institución señorial, siendo la tributación correspondiente al nuncio o luctuosa a entregar en el momento en el que se produce el fallecimiento del titular la más gravosa: 10 sueldos pagan por luctuosa los foreros del coto de Santalla de Presno y la entrega de una cabeza de ganado principal –un buey– que entregan los campesinos que labran las heredades de Corias, entre el Vío y el Porcía, o las del obispo. El yantar y el hospedaje también son habituales entre las rentas campesinas de carácter señorial. Los vecinos de la Tierra de Entrambasauguas, cuando el titular del poder señorial visita el lugar sobre el que ejerce la jurisdicción, deberán de ofrecerle hospedaje en reconocimiento a su autoridad y como muestra de vasallaje. Ya en el siglo XIV los habitantes del concejo de Castropol cada anno quel obispo legar a la dicha villa an le dar los dichos sus vasallos a lo menos un día de comer e fazerle serviçio commo a sennor. No obstante, no parece que esta tributación sea homogénea para todas las aldeas ya que en Beyguyna han de dar quatro carneros e una vaca quando vien el obispo a l<a> tierra; en Barres quinze maravedís de longos quando viene el obispo a la tierra[10]
Los derechos eclesiásticos pagados por los feligreses a las iglesias locales ya estaban generalizados en el siglo XII, y posiblemente aún antes, como obligación que tenían todos los cristianos de contribuir al funcionamiento de la Iglesia con la esperanza de obtener beneficios de carácter espiritual post mortem. De manera general, se puede considerar que la tributación decimal se ejerce sobre todas las materias primas obtenidas en Entrambasaguas, en especial sobre aquellas que tienen un carácter menos perecedero y que, a la vez, son fáciles de introducir en los círculos comerciales locales o pueden ser exportados hacia áreas foráneas a través de vías terrestres, por medio de recuas de animales, o vías marítimas, con la utilización de barcajes regulados por la normativa suscrita con el villazgo próximo de Ribadeo. Entre todos los productos que diezman, destacan una amplia gama de cereales, el lino y el cáñamo, o los animales vivos –naçiones– que pueden ser recolocados en el ámbito local, o incluso, la carne que se vende sobre todo en las nuevas pueblas locales, a tenor del creciente número de referencias a los carniceiros en el entorno de Roboredo y Castropol durante los últimos años de la decimotercera centuria. Si los productos anteriores son los que más ingresos aportan a las arcas de los beneficiados de las iglesias locales, también muestran la continuidad en la producción durante toda la Edad Media y aún antes, así como la expansión de nuevos productos de cronología reciente como lo son el trigo o el vino que, además, se caracterizan por ser anecdóticos tanto en cuanto al total de la producción como a su extensión local, circunscribiéndose a parroquias que cuentan con unas características bioclimáticas que las hacen sólo un poco más aptas para su cultivo. Otros productos que pueden ser calificados como secundarios en cuanto a su cuantía, y por tanto a los beneficios que aportan, son incluidos en grupos genéricos denominados de forma reiterada parias, parias de San Juan o de forma explícita menudencias. Este conjunto estaría formado por productos poco rentables por su escasa cuantía y además perecederos, entre los que se pueden citar algunos a los que hacen referencia los repartos de diezmos efectuados en parroquias como la de Santiago de Abres o San Esteban de Piantón, mencionando alimentos como la leche, los productos de huerta –naval– y las legumbres y frutas de temporada, con diferenciación expresa de la castañas que constituyen un grupo aparte.
El clero regular y secular. Su presencia en Entrambasauguas
El poder señorial (dominical y jurisdiccional) que ejercía la Iglesia en la comarca, se debería traducir en una presencia continuada de las figuras destacadas de cada institución, presencia que, sin embargo, a lo largo del siglo XIII, da muestras de ser muy eventual. En lo que respecta a la Sede catedralicia, en muchas ocasiones se hallaba vacante y, en otras, su ocupación se producía durante un período corto. A ello se uniría la lejanía existente de la Tierra respecto al núcleo episcopal y la multiplicidad de intereses de los sucesivos obispos, tanto en el ámbito de Asturias, como en el del Reino y en la esfera de la Curia. Sin embargo, en la documentación se hacen continuas referencias a la posibilidad de que el obispo andovier en la Tierra en relación con la tributación que obligaba a los ommes de Entrerríos con su señor. Otras figuras relevantes de la Iglesia de Oviedo, como los sucesivos arcedianos de Ribadeo o, dentro de este Arcedianato, los arciprestes de Castropol, en cumplimiento de sus funciones debían visitar anualmente sus circunscripciones, aunque las referencias son casi inexistentes. Su escasa presencia parece mostrar que cuando la Iglesia de Oviedo recibió la ingente cantidad de bienes patrimoniales, se preocupó de ponerlos en explotación a través tanto del aforamiento de las heredades individualizadas como del arriendo de los grandes bloques patrimoniales, vinculados con feligresías, en los que se estructuraba su patrimonio, unidades ahora denominadas celleros desde un punto de vista administrativo: en el caso de la Mesa Capitular los celleros de San Salvador de Tol y de Santa María de Cartavio y, en el caso de la Mesa Episcopal los de San Juan de Trelles, San Cosme de Villacondide, Santa María del Monte, Santiago de Castropol, San Juan de Moldes, Santa Cecilia de Seares y Santa Eulalia de Presno. Los perceptores de estas rentas son miembros del Cabildo, canónigos que, a su vez, las ceden a miembros de la nobleza local, por lo que tampoco hace necesaria su presencia en la Tierra, y lo mismo ocurre con el obispo que delega en la figura principal del encomendero, que ha de proteger sus intereses económicos, y en los magistrados y oficiales que velarán por el buen funcionamiento del concejo.
Si las grandes figuras de la Iglesia de Oviedo, tanto los miembros del Cabildo como el propio obispo, reducían al máximo su presencia en la zona, las citas al clero parroquial se hacen continuas a lo largo del período, en especial al actuar de testigos en diversos actos, pero también como protagonistas de los mismos. Referencias a clero que parece ejercer la titularidad sobre una feligresía: de Villa Condide, de Cartavio, de Salave, de Barres, de Santa Alla de Presno; y que en algunas ocasiones se explicita en detalle su capellanía como en el caso de Dominicum Garsie et Rudericum Iohannis, clericos ecclesie Sancti Iacobi de Avre (Abres), lo que da a entender que, en aquel momento, en cada parroquia podría haber más de un tonsurado, aunque uno de ellos ejerciera la titularidad de la capellanía. También dan muestra de tener una cierta movilidad interparroquial, como se constata en el caso de Pedro Eanes que, en el año 1275, figura como clérigo de Senares (Seares) y quince años más tarde como clérigo de Meudes (Miudes). Otros clérigos, que parecen no disponer de parroquia, se relacionan con aldeas de donde pueden ser originarios como el Ferrán Peláez de Meou o el Pedro Martínez, clérigo de Trío, lo que puede dar muestras de su extracción social dentro de las comunidades de aldea, conjeturando un ascenso social de algunos miembros del campesinado o su vinculación con los grupos de hidalgos locales, lo que explicaría su número elevado. El clero local no da muestras de ser un grupo homogéneo y quizá este origen diferenciado les marque en su trayectoria posterior y, así, en algunas ocasiones, aparecerán como clérigos personeros, vinculados a un noble lo que les convierte en dependientes del linaje nobiliario al igual que lo serían los “ommes de…”, término ambiguo que, a veces, se identifica como criado, otras como hombres de armas – escuderos–, o simplemente vasallos. En este sentido habría que entender la referencia a Suerus Paiz de Vila Maior, presbiter personarii que aparece testificando en un documento de mediados del siglo XIII.
Además de su función como clérigos d´epístola como así se les define en alguna ocasión, acaparan en algunos casos funciones públicas, fácil de entender en una sociedad cuyo nivel de iletrados sería prácticamente total y donde aquellas personas con dominio de la lectura y escritura serían demandados para formalizar cualquier acto oficial. En este sentido, Rodericus Petri, presbítero cappellanus de Ripaeuve et notarius, une a sus funciones eclesiásticas como clérigo capellán en Entrambasauguas, otro cargo muy valorado y lucrativo como es el de notario, y como tal levanta el acta testamentaria de Raimundo Díaz concediendo el monte de Guiar a Villanueva de Oscos en el año 1220 y, unas décadas antes, en el año 1153, será otro clérigo, Martinus, presbiter, el que actúe como escribano en el acto de donación que efectúa Onega Ramírez, antepasada de Gonzalo Menéndez, de sus bienes en Villar de Piantes y en Gío. Sin embargo, según avanza el siglo XIII, estas funciones públicas van siendo acaparadas por funcionarios específicos, lo que viene a constatar que las labores de escribanía efectuadas por estos clérigos se vieron reducidas a tenor del desarrollo del régimen concejil, primero asociado al Suarón y luego ya vertebrado en la organización de las pueblas, con el nombramiento de cargos de notarios y escribanos. Se observa en el grupo la posibilidad de ascenso ya que, alguno de ellos, culmina su dilatada trayectoria como clérigo y capellán ejerciendo de arcipreste de Ribadeo. Así Pedro Fermoso en el año 1270 consta como clérigo de Seares y en el año 1272 como arcipreste de Ribadeo.
El clero secular es numeroso y está fuertemente arraigado en el ámbito aldeano del que procede ya que su condición, en este momento, parece constituir una válvula de escape tanto para hijos postergados de familias de hidalgos como para algunos miembros del campesinado. A este arraigo campesino por su origen, hay que sumar el que compartan el mismo interés por la apropiación de la tierra y, así, serán frecuentes los actos en los que los clérigos actúan como compradores o donantes de heredades. Y, al igual que ocurre en los actos de transmisión patrimonial efectuados por otros grupos sociales, campesinos o nobles, actúan junto a sus mujeres y descendientes, que parecen ser reconocidos en paridad de derechos respecto a los matrimonios convencionales. Así, el clérigo Rodrigo Pérez, junto con Toda Saco con la cual tiene varios hijos, compra a su hermano su parte en un casal en Salave en el año 1269 y siete años más tarde parece que se instalan en la Puebla de Roboredo pues compran allí una casa valorada en más de 600 sueldos. Igualmente, el capellán de Seares y luego arcipreste de Ribadeo, Pedro Fermoso, compra a un grupo nobiliario local (Mayor Raimúndez y su hijo Fernando) la décima parte de una yuguería en la villa de Seares, bienes que luego son donados a Villanueva de Oscos y que explotan sus descendientes, entre ellos el clérigo de Miudes.
El clero regular, perteneciente a instituciones con un amplio patrimonio en la zona, como es el caso de San Juan de Corias o Santa María de Villanueva de Oscos, también hace notar su presencia de manera continuada en la Marina occidental, en especial los frailes de Villanueva por su mayor proximidad geográfica. Un hecho constatable, al igual que ocurre en el caso del clero secular, es su origen local y, en muchos casos, procedentes de las familias hidalgas. Así, algunos ingresan en el monasterio próximo de los Oscos, ya sea como novicios, tal es el caso del descendiente de los hidalgos propietarios de Montouto que ceden gran parte de la aldea a Villanueva, o incluso como monjes conversos en las fechas de su mayor expansión durante las primeras décadas del siglo XIII. La residencia con carácter permanente del clero regular entre los ríos Navia-Eo durante este periodo parece un hecho constatado: Monjes conversos ocupaban las granjas de Villanueva de Oscos, siendo ejemplos Guiar y Balmonte durante la primera mitad del siglo XIII, monjes que en torno al núcleo de Santa Eulalia de Presno son referidos con asiduidad. Un monje de Villanueva era residente en el monte de la Candanosa (Candosa) siendo expulsado por los hidalgos vinculados a la Puebla de Roboredo en un momento incierto en torno al 1300, y que ejemplifica cómo la comunidad de Villanueva tenía a sus efectivos distribuidos de manera muy heterogénea y que, en este caso al menos, parece una reminiscencia de los antiguos monjes eremitas a los que Alfonso VII les concedió el privilegio fundacional y que se encontraban asentados en los montes en torno a Santa Colomba y Balmonte.
La nobleza local. De la aristocracia a la hidalguía
La nobleza local ya durante el XIII, está asentada de manera prioritaria en espacios concretos de la zona, origen de las casas nobiliarias que se van a extender y continuar durante la Baja Edad Media: La casa de Abres, los Villamil, los Lantoira, los Presno, los Moldes, los Donlebún, los Trelles…Estos linajes comarcanos dan lugar a una articulación expresa entre parentesco y espacio formando lo que Anita Guerreau-Jalabert denomina “topolinaje”.[11]
La gestación de la nobleza local, de segunda fila y apartada de las más altas esferas aristocráticas, corre caminos paralelos en el tiempo a la pérdida de sus bases patrimoniales en beneficio de las instituciones eclesiásticas y a su distanciamiento de los cargos públicos privativos de una aristocracia próxima a la monarquía y por tanto ya alejada de Entrambasauguas. La lejanía de la Corte provoca que aquellas familias que no modifiquen su área de influencia queden relegadas de las jefaturas de las grandes empresas reconquistadoras y de los más altos cargos del gobierno y la administración; experimentan una merma en sus ingresos vía mercedes y donaciones regias al mismo tiempo que se asientan en aquellos lugares dentro de la comarca donde tienen más propiedades, establecen vínculos con las instituciones eclesiásticas de mayor poder y acaparan los cargos delegados de la administración local –tenentes u oficios como alcaldes, jueces, notarios…–; o llevadores de sus rentas –encomenderos– y arrendatarios de gran parte de las tierras de estas instituciones.
Se conservan algunas referencias posteriores realizadas sobre documentos originales, hoy perdidos, que pueden servir para ilustrar el proceso de cambio de una nobleza de primera fila, en torno a los siglos X y XI, con amplios patrimonios en el ámbito del reino y gran poder público, lo que les hacía buscar un asentamiento centralizado próximo a los núcleos de poder y el desarraigo de las comarcas excéntricas, a una nobleza local de segundo orden, estable y asentada durante el siglo XII. La génesis y evolución elaborada por Trelles Villademoros sobre la Casa Villamil[12] resulta ilustrativo sobre este proceso. El linaje es de raigambre local antigua ya que, el primero de sus componentes, Bartolomé Yáñez, establece solar en la primera mitad del siglo XII en el lugar que le da nombre en la parroquia de Serantes, estableciendo “palacios, torre y casa solariega en las Vegas de Bría, colación o parroquia de San Bartholomé de Serantes entre los ríos Berbesa y Porcía”. Si el origen genealógico de este grupo familiar en la comarca parece circunscribirse a una nobleza ya de segunda fila hay que tener en cuenta, siguiendo a este autor, que sus antepasados se corresponden con una aristocracia de amplio radio durante el siglo XI y así por vía paterna los vincula con las familias castellanas de los Castro, los Tobar y los Ansurez; al mismo tiempo que por vía materna con Martín Bermúdez (nieto de la infanta Cristina) y Enderquina García, de gran poder en la Asturias occidental y en Galicia durante la segunda mitad del siglo XI.
Al mismo nivel se encontrarían el linaje de Gonzalo Menéndez o los descendientes de Sancho Núñez, cuyo árbol genealógico –el de los Raimúndez– es elaborado por Álvarez Castrillón en un periodo que abarca desde la mitad del siglo XII hasta avanzado el siglo XIV.[13] Personajes que, a nivel local ejercieron una gran influencia por la acaparación de las tenencias de las circunscripciones limitáneas de Galicia durante gran parte del siglo XIII –Ribeira de Santi, Ribeira de Miranda, Burón, Navia, Suarna–, así como la encomienda de los bienes de instituciones eclesiáticas como el monasterio de Oscos; y cuyos descendientes adquirieron muchos de los cargos concejiles de las nuevas Pueblas.
La cuantía del patrimonio propiedad de las instituciones eclesiásticas que es arrogado en usufructo por las familias de la nobleza local es directamente proporcional al poder político administrativo que ostentan en la comarca alguno de sus miembros, lo que anima a pensar que los cuadros político-administrativos abusan de su poder para presionar a los señores eclesiásticos para hacerse con el dominio útil de gran parte de su patrimonio al mismo tiempo que estas instituciones, por miedo a sufrir los daños causados por quienes tienen la capacidad para ejercer la violencia optan por entregarles las tierras y así éstas quedarán protegidas. Linajes como el integrado por los descendientes de Sancho Núñez o los sucesores de Menendo Peláez que ocupan de manera continuada las tenencias de la Tierra de Ribadeo y de otras colindantes, se ven beneficiados por la entrega de los bienes patrimoniales del Monasterio de Villanueva de Oscos en algunos casos para su explotación directa y en otros también como los garantes de su protección, ejerciendo de encomenderos.
La nobleza acapara todos los cargos públicos asociados primero al Honor del Suarón y, posteriormente, cuando se fundan las Pueblas de Roboredo y Castropol, ejercen los cargos concejiles: jueces, alcaldes, oficiales… Desempeñan oficios privados que les reportan ingresos considerables entre los cuales el principal es el de ser encomenderos de los conjuntos patrimoniales de las instituciones eclesiásticas, y prestan servicios de defensa y protección, siendo los tenentes aquellos que ocupan el lugar privilegiado. Parece que todo ello se hace inherente a esta nobleza de segunda fila que, en muchos casos, aún ocupando cargos que tienen un carácter temporal, éstos se convierten en vitalicios y en algunos casos hereditarios o permanentes dentro de un mismo grupo familiar. Los cargos conllevan la percepción de unos ingresos que les van a permitir mantener su estatus privilegiado, hecho que su patrimonio solariego no les consentía y, de igual manera, les sitúa en una posición desde la que pueden ejercer presión sobre los propietarios de la tierra, para que les cedan la misma para su explotación indirecta, ya que estos van a intentar conseguir su apoyo.
El cargo de tenente era el más importante de todos los que la nobleza local podía ostentar, con funciones de gobierno y administración del espacio a título de beneficio. Eran los alcaldes del castillo del Suarón, los castelleros como se les denomina en algunas ocasiones, y podían delegar funciones entre sus caballeros vasallos, por lo que se generaba una trama de fidelidades y de vínculos asociativos de tipo familiar. La extensión del espacio a administrar obligaba a los tenentes a delegar funciones entre personajes allegados pertenecientes a grupos nobiliarios locales más secundarios que, cada vez más, van a aparecer como testigos de actos que suscriben los tenentes y que, también de manera progresiva, van a ser identificados por su origo, el origen familiar primigenio y lugar donde este grupo tiene localizado su palacio referencial. En este sentido, cuando tras la muerte de Menendo Peláez, después de una dilatada carrera como tenente de Entrambasauguas, su hijo Gonzalo Menéndez adquiere esta tenencia, obtiene también algunos beneficios patrimoniales que su padre tenía asociados con seguridad merced a su influencia en la comarca. Entre ellos estaba la explotación de la villa de San Martín de Bourio que ahora pasa a manos de su hijo quien se compromete a beneficiar al monasterio de Villanueva, al menos a no causarle contradicción alguna, lo que suscribe en un acto pactual y de cesión de atribuciones mutuas en áreas de influencia colindantes como lo son la comarca de los Oscos y la rasa costera. El contrato es realizado in villa Sancta Eulalie de Presno y la trascendencia del vínculo establecido entre la más cercana institución eclesiástica, todavía en expansión patrimonial, y el más poderoso hombre de Entrerríos, obliga a que estuvieran presentibus multis bonis hominibus de tota terra, y que fuese testificado por una serie de caballeros, domnus Suerius, domnus Alvarus, Petrus Suerii de Gandra, Guter Suerii, Gundisalvus Gallus, Pelagius Gallus, Garsia Gallus, miembros de linajes de impronta local que, a su vez, tenían intereses tanto con Villanueva de Oscos como con el nuevo tenente.
El vocabulario que designa a los individuos que conforman este grupo va a ser reflejo de la evolución que experimenta este estamento: durante la segunda mitad del siglo XII desaparecen las referencias en la comarca al título de conde. A partir de este momento el apelativo de domno va a identificar a aquellos individuos que ocupan los puestos más relevantes del estamento nobiliario, tanto por sus bienes patrimoniales como por la trascendencia de los cargos públicos que ostentan en la Tierra, denominación que va a perdurar en los siglos siguientes. A este término se van a unir otros que van a designar a personajes relacionados más con el oficio de las armas que con la administración pública, como el de miles, calificación que reciben dos de los testigos de la donación efectuada por Marina Ibáñez de la cuarta parte de cuanta heredad tiene en la aldea de Trío. Presencia de estos individuos que es más significativa si se considera que al citar esta villa, el monasterio de Villanueva, hace continuas referencias a la fidalguía de Trío. No obstante, el término militar –miles– no puede ser considerado como el escalafón más bajo del grupo nobiliario durante los siglos XII y XIII en la comarca, ya que, al igual que Gundisalvus Gallus, del linaje posterior de DonLebún es considerado miles, a renglón seguido Gundissalvus Fernandi de Genestoso se indica que es armiger, es decir un hombre de armas que a tenor de su origo es persona foránea que ha de trabajar por una soldada. Si hasta aquí el léxico ilustra sobre la heterogeneidad del estamento nobiliario local habrá que incluir aún nuevos vocablos como el genérico de caballero, así el Gunçalvo Paez, cavaleyro de Barres o el Nuno Rodríguez, cavaleyro, que actua de testigo en una donación de bienes situados en Río de Seares y Barres, individuo al que el escribano del documento diferencia, dentro de su categoría, de otro testigo, Diego Pérez, escudeyro. Aquí, entre caballero y escudero, parece que vuelve a verse la diferencia mostrada previamente entre el miles y el armiger, el militar y el soldado, diferencia que marca no sólo una distinción respecto a las artes militares, sino también una mayor diferencia en cuanto a su estatus socioeconómico.
En los primeros años de la decimotercera centuria aún son escasas las referencias a las magistraturas (jueces, alcaldes y oficiales), siendo ya mucho más usuales con el desarrollo del régimen concejil asociado a las dos villas, y la proliferación de pleitos y actos notariales desde finales de este siglo. En el año 1213 aparece la primera mención a la existencia de dos alcaldes en la Tierra de Ribadeo, Garsia Froyle et domno Garino alcaldibus existentibus, que siendo ambos de extracción nobiliaria la mención del segundo va a mostrar que es un personaje muy conocido en el ámbito de la comarca, lo que hace que no sea necesario el establecer el apellido, aunque se le intitule como domno, este aspecto se hará incluso más evidente en referencias a otros cargos posteriores referidos con el apodo, como es el ejemplo de Lopillón, hidalgo de gran influencia en la puebla y concejo de Roboredo, municipalidad en la que ostenta la alcaldía en diferentes años; cargo que ocupa al mismo tiempo que adquiere diferentes propiedades agrarias en la zona, tanto por compra como aforadas de las instituciones eclesiásticas.
A pesar de ser los tenentes, como representantes del poder señorial, los máximos cargos en la zona, serán las encomiendas los servicios que proporcionarán a la nobleza local los mayores ingresos. Cada institución eclesiástica delegará el cobro de sus rentas en personajes de alguno de estos linajes que percibirán por tal función una cuantía fija, la commenda; y, a su vez, la institución propietaria con la cesión esperará dejar sus bienes bajo la protección directa del encomendero. El pago de la renta al encomendero corre a cargo del campesino, sumando un incremento más a sus exiguos ingresos. Al observar las menciones a encomenderos se detecta como, en algunos casos, el propio tenente puede ejercer la encomienda. Así, don Gonzalo Menéndez, a mediados del siglo XIII adquiere la tenencia del Suarón de mano del obispo y, a su vez, es encomendero del monasterio de Villanueva en la Tierra de Ribadeo,[14] institución que, en la misma época ha cedido la encomienda de Pesoz a otro personaje relevante, Pedro Díaz capa Travesa, nieto de Sancho Núñez. No se puede considerar por tanto que cada uno de estos linajes establezca una vinculación específica con una institución determinada, ya sea la Iglesia de Oviedo o cualquiera de los grandes monasterios con patrimonios importantes en Entrambasauguas, y sí que estos grupos establezcan vínculos privilegiados con todas ellas, como así se puede corroborar a partir del personaje anterior, Gonzalo Menéndez, que siendo tenente del Obispo y encomendero de Villanueva, sienta sepultura intramuros de San Juan de Corias, lo que indica aún una mayor relación con este monasterio.
La “élite” de la nobleza local va a establecer respecto al grupo más numeroso de nobles de segunda fila, muchos de ellos simples hidalgos, unas relaciones de dependencia y vasallaje propias del sistema feudal; son los hombres de armas, escuderos, caballeros vasallos, onmes de… que forman auténticos grupos familiares. Así, en la concordia efectuada entre el abad de Villanueva de Oscos, don Pelayo, y don Lope Pérez, dito Traveso, en el año 1266, interviene de parte del segundo, Pedro Ibáñez de Lousada “cavaleiro vassalo de Don Lupo” que a la sazón es tenente de Burón y ha desarrollado una red clientelar entre la que se encuentra Pedro Ibañez, que además de ser hombre leal a quien asume la tenencia de una comarca próxima, también ocupa puestos inferiores pero importantes de la administración ya que lo encontramos desempeñando la alcaldía de Riparia de Santi en el año 1249. Son vasallos que, en algunas ocasiones, deben de repartir fidelidades a personas con intereses divergentes como así parece acontecer en el conflicto entre algunos de los hidalgos de la Puebla de Roboredo que incumplen lo acordado con su señor el obispo de Oviedo para favorecer a su encomendero Alvar Pérez, personaje del cual obtendrían prebendas. De esta manera, los vasallos de las figuras más importantes de la nobleza local pueden figurar como sus mayordomos en un área determinada. Así, en un acto tan importante como la cesión de la mitad del monte de Guiar a Alfonso Raimúndez y su familia en el año 1266, llevado a cabo en la misma sede monástica de Villanueva, actúa como testigo “Gunzalvo Suárez, maordomo de don Gunzalvo in terra d´Oscos”, vasallo del tenente del Obispo en Entrambasauguas que, incluido en su grupo clientelar, parece recibir cargos delegados en la zona de Oscos, máxime en un momento en el que el tenente ha acaparado toda la tenencia, viéndose obligado a delegar en hombres de confianza.
Otros grupos sociales: artesanos, comerciantes, oficios de la mar…
De forma cada vez más reiterativa, van a aparecer referencias a miembros de nuevos grupos sociales que, del mismo modo que incrementan su número y presencia, dan muestra de una gran diversidad y de una cada vez mayor relevancia socioeconómica: multiplicidad de oficios artesanales (çapateyros, ferreyros, pelliteyros…), de pescadores (pulpeyros), comerciantes (carniceyros, taberneyros…) que, aunque se puede considerar que son oficios llamados a experimentar un incremento considerable a partir de las últimas décadas del siglo XIII, con el desarrollo de los núcleos urbanos de Roboredo y Castropol, ya se veían presentes a lo largo de toda esta centuria.
Los artesanos que mencionan las fuentes, cada vez más frecuentes según se avanza hacia el siglo XIV, están relacionados con labores de transformación de materias primas al objeto de obtener productos básicos, tanto para el desarrollo de las actividades agrarias como para uso personal. Así se reseñan zapateyros, como el Estevan çapateyro que confirma la venta entre particulares de un casal en Villadún en el año 1279; peleteros como Pedro Martínez, peleteiro, y Pedro Peláez, peliteyro, que ya aparecen asentados en la puebla de Roboredo en los años 1275 y 1276, respectivamente; ferreyros, como García López, dito ferreyro, que actúa como “hombre bueno” de doña Marina de Tauradella en el pleito sentenciado en el año 1279 entre esta señora, viuda de un Raimúndez, y el monasterio de Villanueva de Oscos; o los dos petrarius (canteros) que también figuran como testigos en el contrato de foro de las dos terceras partes del monte de Guiar por parte de cuatro campesinos en el año 1247. Existen otros oficios que resultan más curiosos, al menos por el número reducido de individuos que los desempeñan. Así, la referencia a Pedro de Bustapena que actúa como testigo en el foro del monte de A Espineira en el año 1289 y que es denominado jograr, actividad de juglar que, aunque sea una excepción en la totalidad de oficios, da muestra de la gran variedad de los mismos.
Las actividades comerciales son representadas también por oficios diversos entre los que destaca el grupo de los carniceyros, como Pedro de Dios carniçeyro que actúa como testigo de la venta efectuada por Juan Péliz de Jares, ejemplo de uno de los herederos de la nobleza local que se desprende de su herencia en Trío en el año 1281; o el Lorenzo, carniçero, que también aparece testificando en una donación en Calzada de Seares en el año 1290.
Existe un documento que muestra el desarrollo de las actividades comerciales a finales de la centuria. Se trata de la carta de sentencia que se dio sobre “el cargo y descargo” del concejo y Puebla de Roboredo con el Burgo de Ribadeo en el año 1282[15], al objeto de organizar las actividades comerciales entre ambos concejos de forma pacífica en torno a la Ría del Eo. La sentencia muestra la existencia de un comercio organizado utilizando recuas de animales conducidas por individuos que se dedicarían en exclusiva a este oficio, tanto en los períodos de mayor salida de los productos de la tierra, como en aquellos otros períodos de déficit de productos básicos, en especial el pan y el vino, que serían transportados desde Castilla, actividad comercial que estaría aún más desarrollada con Galicia. Para dar avituallamiento a los individuos que conducían las recuas de animales desde fuera de la comarca y a lo largo de ella se multiplicarían, a partir de este momento, las ventas o posadas situadas en los enclaves más idóneos para el tránsito. En este sentido es ilustrativo el foro perpetuo que se suscribe en Santalla de Presno en el año 1430: lo aforado es una molinera junto al río de Balmonte con una leira junto al molino; se hace alusión a una realidad existente desde mucho antes ya que la comunidad de Villanueva permite que los aforadores y sus descendientes establezcan allí una taberna, como la que los antiguos llevadores tenían, y tengan la posibilidad de comprar y vender. El establecimiento se erigía en un cruce de caminos antiguos, provenientes tanto de la otra vertiente de A Bobia con dirección a la Marina como la vía de comunicación que recorría la Sierra desde Armal hasta el interior de Vegadeo para descender hacia la desembocadura del Eo, siendo por tanto un lugar de tránsito permanente.
El comercio marítimo, efectuado a través de pinazas y bateles, que permiten un transporte con base en las barquerías que en esta centuria experimentan un gran auge, van a dar oficio creciente a un gran número de individuos asentados en lugares como El Espín-Barqueros, San Román, Salías, A Galea…, incrementando su trascendencia a partir de la fundación de los núcleos urbanos. A estos oficios asociados al transporte de mercancías a través de los estuarios del Navia, el Eo y también, aunque en menor medida, el del río Porcía, habría que unir los vinculados a la pesca, actividad creciente en los diversos puertos naturales como los homónimos de Porto, en la desembocadura del Navia y del Eo, en el de Viavélez, o los de Tapia o Santagadea. El Navia y el Eo que delimitan el espacio Entrerríos o Entrambasauguas supusieron, hasta bien avanzado el siglo XX un lastre a las comunicaciones Este-Oeste, limitación que era subsanada con el uso regular de un servicio de transporte, a lo que en fechas tempranas hace referencia el oficio de barquero, actividad que ya en el siglo XIII era asociada a personajes como Johan Rabada Passa Mar o Domingo Passamar que facilitaban el paso a través de la Ría del Eo; ejemplos que habría que sumar a la información que aporta la toponimia con la designación de aldeas como Barqueiros en Coaña. Si la pesca era actividad frecuente, ya que desde el siglo X hay referencias continuadas a la captura de congrios, salmones y pixotas, cada vez más se constata la alusión a tareas de pesca específicas desempeñadas por oficios concretos y, así, la figura de pulpeyro va a destacar entre ellos: Pedro, pulpeyro de Porto, aparece como testigo en dos documentos fechados en 1272 y 1284, individuo que podemos considerar vecino de la actual aldea de Porto de Abaixo, limitánea con A Veiga, en la parroquia de Villaosende, ya que los demás testigos proceden de lugares próximos (Trabada, Abres, Miou, Porzún…)
Las nuevas pueblas van a suponer desde sus inicios un punto de atracción tanto para los oficios concejiles como para artesanos y comerciantes. Así, en los primeros documentos alusivos a estos villazgos proliferan las citas a zapateros, carniceros, herreros… que van a encontrar en estos enclaves urbanos un mayor número de consumidores, un mercado semanal donde poder expandir sus productos hacia el alfoz y núcleos urbanos y portuarios importadores y exportadores de mercancías transportadas tanto con recuas de animales como utilizando pínazas y bateles, lo que va a provocar que se incremente el número de personas dedicadas a estas transferencias. De igual manera se produce una focalización de los núcleos pesqueros, núcleos que proliferarán a lo largo del siglo XIV desde Porto de Abaixo, al otro extremo de la Ría del Eo, hasta Porto en la Ría de Navia; y, entre ellos, enclaves importantes que experimentarán un incremento considerable de su población, dedicada a actividades pesqueras, como El Espín, Viavélez, Tapia, Santagadea o Figueras.
La atracción ejercida por estos oficios resulta evidente si se contempla desde la óptica de la expansión del aprovechamiento de materias primas utilizadas tanto para el consumo como para la exportación: la carne y el pescado, la madera, el vino, el hierro…, parecen ser productos con un gran futuro desde finales del siglo XIII. E, igualmente, las personas que se vinculan con la explotación, comercialización y transporte de estas materias van a experimentar un auge notable en cuanto a su estatus socioeconómico que se mostrará en la participación en los oficios concejiles, la adquisición de propiedades inmobiliarias (tierras y casas) y el poder económico que acumulan. Respecto a los oficios concejiles, aunque estaban acaparados por los miembros de los grupos nobiliarios, aquellos de menor entidad podían comenzar a tener acceso a ellos individuos pertenecientes al grupo de los artesanos y comerciantes. La adquisición de propiedades inmobiliarias, por parte de los artesanos y comerciantes, es un hecho contrastado durante las últimas décadas del siglo XIII en especial en los villazgos de nueva creación: en la villa de Roboredo en el año 1276, unos cinco años después de su fundación como puebla, se produce la venta de una casa que es propiedad de un matrimonio foráneo, Pedro Díaz de Eira Mola y Mayor Fernández; si la venta es realizada por hidalgos, ya que la mujer al menos pertenece al grupo nobiliario de los Raimúndez, lo curioso es quién compra la propiedad y con qué otros propietarios limita la misma: los compradores son el clérigo Rodrigo Pérez y su mujer, Toda Saco, y el solar y la casa limitan con otras dos plazas y casa de Pedro Peláez, peliteyro, y un tercer solar de Fernán Traveso, con probabilidad primo de la vendedora. La propiedad de estos inmuebles, limitáneos todos ellos con la rua del Rey, señala una estructura social diversificada donde se coloca en el mismo plano de igualdad dentro del núcleo urbano a los herederos de los grupos nobiliarios, que supuestamente tienen el dominio de la aldea de Roboredo desde antiguo, y a los nuevos compradores pertenecientes a grupos dispares: el clero y el artesanado, representado en este acto por un peletero que ha adquirido al menos en la puebla dos solares con las respectivas viviendas.
- La organización político-administrativa y eclesiástica
La organización parroquial. El Arciprestazgo de Castropol
En el contexto de expansión y jerarquización de los núcleos rurales surge la parroquia, que va a aglutinar a un conjunto de aldeas y caseríos dispersos y que, superando su carácter religioso, ejercerá funciones jurídico-públicas. Ocupa, en cuanto a la organización del espacio, un lugar intermedio entre la aldea, que incluye el núcleo habitado y los espacios anexos, y el Concejo de la Puebla de Roboredo primero y de Castropol posteriormente. Las parroquias de Entrambasauguas lejos de generarse exnovo como una organización pergeñada a comienzos de la decimosegunda centuria, surgen de las antiguas ecclesiae y cenobios altomedievales y, posteriormente, van a aglutinar una serie de aldeas que irán apareciendo con la expansión del poblamiento a lo largo de los siglos XII y XIII. Así habrá parroquias que se corresponden con una aldea; son ejemplos aquellas de configuración antigua y que no han multiplicado las aldeas dependientes por nuevos asentamientos; en general se trata de aldeas parroquia costeras de poblamiento antiguo: Santa María de Cartavio, San Salvador de Balmorto, San Andrés de Serantes, Santa Cecilia de Seares…Han visto incrementarse su poblamiento con nuevos caseríos, villares o barrios disociados pero no han generado aldeas limítrofes. El ejemplo contrario viene dado por aquellas iglesias que han aglutinado un gran número de aldeas debido al incremento de asentamientos durante los siglos XII y XIII y, en este caso, son significativos los ejemplos de San Esteban de Piantón, parroquia de la cual pasarán a depender la mayor parte de las aldeas del actual concejo de Vegadeo, principalmente aquellas que se extienden en la vertiente norte de la Sierra de A Bobia, todas ellas vinculadas con un fenómeno repoblador desarrollado durante la decimosegunda y decimotercera centurias (Vijande, Molexón, Montouto,…); de Santiago de Abres (Guiar, Graña de Guiar); de Santa Eulalia de Presno (Murolas, Vilarín, Monteavaro, Folgueiras…); o de Santa María de Miudes.
La parroquia va a constituirse en el referente social de las comunidades aldeanas donde se encuentran integradas, aglutinará las solidaridades vecinales que caracterizaban a los núcleos aldeanos y, por ello, el ser feligrés de una determinada parroquia unifica a sus pobladores entre los que son frecuentes los lazos parentales, al igual que lo hacía el ser convecino de una determinada aldea: les unen los vínculos socioeconómicos de dependencia, el devenir histórico común, los actos festivos y luctuosos…
La tierra de Entrambasauguas se va a identificar administrativamente desde el punto de vista de la organización eclesiástica con el Arciprestazgo de Ribadeo, denominado a partir del siglo XIV Arciprestazgo de Castropol, que agrupaba a todas las parroquias situadas entre ambos cursos fluviales y quedaba incluido, a su vez, en la unidad superior constituida por el Arcedianato de Ribadeo caracterizado por su gran extensión y por su lejanía al núcleo episcopal.
El número de parroquias del Arciprestazgo de Castropol que integran el estadismo diocesano en el siglo XIII es de veintinueve, cifra que permanece invariable en las fuentes de finales de la Edad Media. La referencia nominativa al título de las parroquias, es decir la advocación de las mismas, es bastante anterior a la formación del parroquial durante los primeros años del siglo XII y se remonta, en la mayor parte de los casos, a los siglos X-XI, siendo ya referidos en la documentación de la Catedral de Oviedo o en el del Monasterio de Corias bien como antiguos cenobios familiares o como ecclesiae.
Figura 2: La organización parroquial (ss. XII-XIII). El Arciprestazgo de Castropol.
Parroquias: 1 Santiago de Abres (Arciprestazgo de Miranda); 2 San Esteban de Piantón; 3 Santa Eulalia de Presno; 4 Santiago de Castropol (finales s. XIII); 5 San Juan de Moldes; 6 Santa Cecilia de Seares; 7 San Salvador de Piñera; 8 San Salvador de Tol; 9 San Esteban de Barres; 10 y 11 San Andrés de Serantes (feligresías de Baxo y de Çima); 12 San Esteban de Mántaras; 13 San Martín de Mántaras; 14 Santa María del Monte; 15 Santa María de Campos; 16 San Salvador de Malmorto (Salave); 17 San Juan de Prendonés; 18 Santa Eulalia de Valdepares; 19 San Miguel de Moyzes; 20 Santa María de Miudes; 21 Santa María de Cartavio; 22 San Martín de Mohías; 23 Santiago de Folgueras; 24 San Esteban de La Junquera; 25 San Cosme de Villacondide; 26 San Juan de Trelles.
Parroquias limítrofes: 27 Santa Marina de Serandinas; 28 Santiago de Boal; 29 San Juan de Ouria; 30 Santa María (Magdalena) de Doiras.
Fuente: Libro Becerro, f. 302r-440v, año 1385-86.
Bases cartográficas:
IGN (2010): Base Cartográfica Nacional a escala 1:200.000, Centro Nacional de Información Geográfica (Centro de Descargas).
IGN (2011): Modelo Digital de Terreno MDT200, Centro Nacional de Información Geográfica (Centro de Descargas).
Elaboración propia.
Cada una de las iglesias se erige en centro de fiscalidad para sus parroquianos. La tributación eclesiástica, en especial el diezmo, fue implantada de forma obligatoria y de manera generalizada a partir del siglo XII y será el principal sustento económico de las parroquias y una fuente de ingresos considerable para los beneficiarios. Los diezmos van a suponer la mayor fiscalidad ejercida sobre la tierra, siendo de obligado pago por los campesinos beneficiándose de estos gravámenes tanto las instituciones eclesiásticas como la nobleza e incluso la monarquía. Otro capítulo, dentro de los ingresos parroquiales, lo constituyen las primicias como impuesto en especie, tomando como base del pago la escanda. Eran entregadas una vez al año, en el momento de la recolección, por todos los cabezas de familia, incluidas las viudas que debían pagar la mitad, siendo percibidas íntegramente por los capellanes de las parroquias y, aunque su cantidad es muy reducida respecto a los diezmos, al ir enteramente a la capellanía, ésta se beneficiaría de un tributo fijo anual que habría que sumar a la fracción de diezmos correspondiente y que permitiría a los capellanes el sustento en cereal panificable así como poner en circulación comercial los excedentes para generar un acopio monetario, lo que explica que los capellanes de muchas iglesias participen en la compra de heredades productivas junto con casas y casales durante este período.
Un conjunto, amplio y diversificado, de tributos eclesiásticos era el constituido por las ofrendas manuales y de pie de altar que los feligreses entregaban a las iglesias, en relación con cualquier acto religioso que les afectara a lo largo del ciclo vital. Incluyen una gama abundante de ofrendas que son satisfechas tanto en dinero como en especie y, en algunos casos, como en los actos fúnebres, superan el propio acto religioso abarcando un periodo a posteriori donde se sigue teniendo en cuenta al difunto pero también la percepción de ingresos. Estas ofrendas iban, en un principio, destinadas al capellán pero luego recaían en quien poseía el patronato; en otras ocasiones, eran repartidas ajustándose a la partición de los diezmos como se puede observar en la feligresía de Tol:
… y que todo lo que entra de la puerta adentro se reparte segund los diezmos. Salvo quel día de todos los santos quando se ofresçe por los difuntos la ofierta que se da al capellán dentro del coro de la iglesia está en posesión de la levar esentamente y las otras que quedan de fuera se reparten segund los diezmos. E que quando acaesçe de fallesçer algund feligrés debía el mejor bestuario que tenía el qual se repartía como los diezmos y quanto se le fasçen los oficios por el tal feligrés se ofresçe en todos ellos diez quartos de carneros y diez obladas grandes y diez pichetes de quarentena que son catorce maravedís y medio y de diezmos forales que se da por el defunto que es un Chopin, la meytad de trigo y la otra mitad millo, se reparte segund los diezmos (…) e que quando fallesçía el tal feligrés se ofresçían nueve días por él, en que se davan nueve obladas las quales se repartían segund los diezmos…[16]
La tendencia general a lo largo del tiempo es que los beneficios eclesiásticos parroquiales, aunque diferenciados en diferentes capítulos, sean contabilizados de manera global a la hora de efectuar el reparto; y así, el escribano del Libro Tumbo de Villanueva de Oscos al redactar la descripción de las rentas eclesiásticas de Santalla de Presno afirma que
…el monasterio lleva de todo este Benefficio la mitad (anteriormente estaba escrito la tercia) parte enteramente de todos los diezmos de çenteno, trigo, escanda, millo, avenas, çevada, y todos los demás granos que dios diere. Ansí mismo de toda la dezmería de por San Juan, de cabritos, corderos, jatos, pollos, toçino, lino y lana, y de todo el yngreso de la yglesia, que es la ofrenda del día de difuntos y de las tres pascuas de el año, vestidos, funerales y diezmos fioes, que es un Chopín de pan terçoado y de la ofrenda y entierro de el defunto y todos los demás derechos de yglesia, cenas de cuaresma.[17]
La vinculación de las aldeas y sus feligreses a cada parroquia no parece provocar tensiones durante los siglos XII y XIII en relación con la percepción de derechos eclesiásticos. Esto se debe, en gran parte, a que las iglesias agrupan en el momento de la formación del parroquial a aldeas o caseríos ya configurados de antiguo, siendo las obligaciones de los feligreses establecidas desde este momento, o incluso existiendo previamente a la organización parroquial, en relación con los antiguos cenobios o iglesias principales sobre las que se organizan ahora las parroquiales. Los conflictos por la acaparación de los beneficios eclesiásticos se detectan desde mediados del siglo XIII, en relación con poblaciones que se habían generado ex novo, sobre todo, en espacios de monte o braña, que pertenecen a las instituciones eclesiásticas por estar incluidos dentro de los dominios que habían heredado y que durante la decimotercera centuria han sido roturados y allí establecida una comunidad de vecinos. Feligreses que van a ser objeto de reclamación como pagadores de tributos eclesiásticos tanto por la institución religiosa propietaria del suelo que explotan como por los núcleos parroquiales limítrofes sobre los que ejercen los herederos legos derechos de patronazgo. En esta situación estaban los nuevos pobladores de los caseríos y aldeas, que a lo largo del siglo XIII habían ido surgiendo en los espacios situados en la falda de la sierra de A Bobia o en los montes próximos a Santiago de Abres, pobladores que tenían que entregar unas rentas eclesiásticas que iban a ser disputadas por los patrocinadores de la empresa pobladora –las instituciones eclesiásticas– pero también por las antiguas iglesias parroquiales, y por sus beneficiados, entre los que se encontraban de manera prioritaria, los nobles locales.
La organización concejil. De la Tierra de Ribadeo al Concejo de Castropol
La Tierra de Entrambasauguas no fue ajena al movimiento repoblador que caracterizó a Asturias en los siglos XIII y XIV, cuando se incrementa la expansión de nuevos núcleos urbanos. Las pueblas asturianas que se van a desarrollar en este periodo van a adquirir funciones de reordenación del poblamiento y van a centralizar la vida económica de los términos rurales circundantes que constituyen sus alfoces, hecho patente en cuanto a la Puebla de Roboredo en las tres últimas décadas del siglo XIII y la Puebla de Castropol durante la centuria siguiente, respecto al amplio espacio rural que componía el espacio entre el Navia y el Eo. La organización concejil representará por tanto un nivel superior sobre la organización parroquial que, en concejos extensos como lo es el delimitado por los ríos Eo y Navia, será utilizada para, con independencia de sus funciones eclesiásticas, hacer más operativas las funciones político-administrativas desarrolladas por el concejo.
El espacio comprendido entre el Navia y el Eo, Tierra de Ribadeo u Honor del Suarón, será ahora vertebrado a partir de dos villas –Roboredo y Castropol– que se erigirán de manera consecutiva como núcleos político-administrativos de la anterior demarcación del Suarón, que a partir de ahora adoptará la denominación de concejo de Castropol, desapareciendo las referencias al antiguo Honor y reduciéndose las alusivas a la Tierra de Ribadeo. Estos dos núcleos urbanos van a surgir en un espacio que, aunque poblado de antiguo, sus núcleos habitados se van a caracterizar por contar con un número reducido de caseríos distribuidos, en muchos casos, de forma aislada y que, si alguno de ellos tenía mayor importancia desde el punto de vista jerárquico lo era por ser el núcleo de los antiguos cenobios locales o por, ya desde mucho antes, ser el referente de una comunidad de feligreses establecidos en lugares dispersos.
El contexto de la creación de estas pueblas es convulso, pues el nacimiento de una y el estímulo desde la autoridad señorial para su desarrollo, corren caminos paralelos al proceso que supone la asfixia de la otra tanto desde su expansión como núcleo urbano concejil como de sus privilegios económicos. Este hecho se ha de vincular con un proceso de tensiones entre el poder señorial del obispo y los habitantes de la Tierra, en especial con las familias nobiliarias locales, tensiones que, siendo inherentes al grupo nobiliario en sus relaciones con la Iglesia, motivados en gran medida por los derechos de propiedad sobre la tierra, se incrementaron en las últimas décadas del siglo XIII, con la creación de la puebla de Roboredo como trampolín desde el cual esta influyente hidalguía podía menoscabar la autoridad señorial y ejercer un mayor control en la comarca; tensiones que aún mantienen rescoldos en las postrimerías del siglo XIV, a juzgar por las prohibiciones del obispo respecto a las actividades a realizar en las proximidades del solar que había ocupado este villazgo.
El nacimiento de la puebla de Roboredo se sitúa en una fecha imprecisa anterior a diciembre de 1272, momento en el que ya aparecen referencias a la misma en una venta entre particulares, y posterior a diciembre de 1270 ya que en el foro suscrito de la heredad de As Murolas en esta fecha aún se cita a “Don Gonzalvo Menéndez de Ribadeu tenente Terra de Suarón”. La fecha de 1272 supone la desaparición de las referencias tanto a la existencia del tenente, cuyas escasas menciones posteriores nos lo presentan sin reseña alguna a este cargo, como de las alusiones a la comarca como Honor, vocablo que ahora va a pasar a ser sustituido por el término de Concejo. A pesar de este origen crispado, ya fuera la Puebla de Roboredo, en un principio, o la de Castropol a partir del año 1298, van a erigirse en centros político-administrativos del espacio concejil –alfoz–. Para ello se dotan de un aparato burocrático-militar de gobierno que pone en práctica unas normas dictadas directamente por el poder señorial, en este caso los representantes de la Mitra ovetense.
- Bibliografía
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TRELLES VILLADEMOROS, J.M.: Asturias Ilustrada, tomo II, edic. facs., Oviedo, 1980.
[1] CALLEJA PUERTA, M.: El conde Suero Vermúdez…, pp.168-169. La condesa Sancha Fernández ya viuda vuelve a casar con Pedro Alfonso, quien le aporta como arras los bienes de San Esteban de Piantón que luego ella donará a la Orden del Hospital. Un tercer matrimonio de la condesa, con el conde Gonzalo Rodríguez, de origen castellano y mucho menor que ella, supondrá el encumbramiento en la zona de este individuo como nuevo tenente.
[2] RODRÍGUEZ DÍAZ, E.: El Libro de la Regla Colorada, 35, pp.396-397 y 34, pp. 393-394.
[3] ÁLVAREZ CASTRILLÓN, J.A.: Colección Diplomática…, 55, p.110 y 66, p.120.
[4] Gonzalo Menéndez por el préstamo obtenido del Monasterio de Villanueva de Oscos de la mitad de San Martín de Bourio, deberá mantener dotada la explotación, en el momento de su muerte, “cum uno iugo boum et cum duabus vaccis et cum XII ruxelis et cum porca una et cum pane viridi et sicco”, dotación que a su vez ya tenía en la explotación su padre que había tenido hasta su muerte la propiedad en préstamo. De igual manera, en el año 1266, Pedro López de A Veiga y su hijo Lope Pérez aforan la octava de la villa de Veiga de forma vitalicia y a la muerte del último deberá estar poblada con un yugo de bueyes, dos vacas, doce roxellos, una puerca y un verrón, en J.A. ÁLVAREZ CASTRILLÓN, Colección Diplomática…, 51, pp.104-106 y 151, pp.218-219.
[5] RODRÍGUEZ DÍAZ, E.: El Libro de la Regla Colorada, 17, pp.341-344.
[6] Ibídem, 21, p.358.
[7] PASTOR, R.: Resistencias y luchas campesinas en la época de …, p.11.
[8] FLORIANO CUMBREÑO, A.C.:L.R.C., I, 341, p.101.
[9] RODRÍGUEZ DÍAZ, E.: El Libro de la Regla Colorada, 34, p.395.
[10] En otros lugares el yantar también cambia de manera significativa: la branna del Faro, un carnero e una reguefa e la reguefa a de seer de una diezma d´escanda quando viene el obispo a la tierra. En Era Mola una reguefa e una folladre quando viene el obispo a la tierra. En Favar una reguefa e un carnero quando viene el obispo a la tierra. En Losorio dos livras de çera quando viene el obispo a la tierra…, en RUIZ DE LA PEÑA SOLAR, J.I. y BELTRÁN SUÁREZ, S.: Señorío y Vasallaje en la Asturias…, pp.148-150.
[11] GUERREAU-JALABERT, A.: El sistema de parentesco medieval: sus formas (real/espiritual)…, p.103.
[12] TRELLES VILLADEMOROS: Asturias Ilustrada, edición facsímil, tomo II, p.746.
[13] ÁLVAREZ CASTRILLÓN, J.A.: La comarca de Los Oscos…, p.301.
[14] “Don Gonzalvo comendero in Rivadove”, en ÁLVAREZ CASTRILLÓN, J.A.: Colección Diplomática…, 92, p.147.
[15] RODRÍGUEZ DÍAZ, E.: El Libro de la Regla Colorada, 29, pp.378-381.
[16] L.P., Cellero y beneficio de Tol, II, LV.
[17] A.H.N. Códice 227.B, Libro Tumbo del Monasterio de Villanueva de Oscos, Feligresía de Santalla de Presno.